Desde la noche de los tiempos, el ejercicio del poder ha estado íntimamente ligado al uso o abuso del lenguaje. Hoy el viento nos invita a hacer un viaje al mundo de las palabras dichas en voz alta y desde lo alto, de las palabras a veces diabólicas o a veces mágicas que han movido brazos y corazones, y que han transformado la existencia del ser humano a lo largo de los siglos. Viajemos, pues, al mundo de la oratoria.
Demóstenes sin piedras en la boca |
Este noble arte de origen helénico no pasó desapercibido entre las familias acomodadas romanas, que enviaban a sus hijos a aprenderlo a la propia Grecia, o se hacían traer maestros desde allí. Y no sólo lo asimilaron sino que, además, lo perfeccionaron. Y uno de sus grandes cultivadores fue Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.), quien, sin ser de familia aristócrata, logró alcanzar el consulado y acceder posteriormente al Senado gracias a que a su elocuencia natural añadió el virtuosismo a la hora de construir discursos.
Con la caída de la República en Roma y la instauración del Imperio, la oratoria inició un período de larga decadencia que duraría muchos siglos. En la Edad Media, aunque la retórica se estudiaba como una de las principales disciplinas, ésta se utilizaba básicamente en la creación literaria, y tendremos que esperar hasta el Renacimiento para ver resurgir de nuevo la práctica del discurso.
Savonarola:"Prostituta falsa y orgullosa" (refiriéndose a la curia romana) |
En la Florencia del siglo XV, aquel hervidero de comerciantes y artistas, destacó como energético orador el fraile dominico Girolamo Savonarola (1452-1498). Preocupado por la pureza de la fe y la rectitud moral, criticó desde su púlpito el lujo desmedido en el que vivían los ricos, que derrochaban dinero en obras de arte, frente a la extrema pobreza en la que mal vivían miles de ciudadanos. Y no sólo se negó a aceptar sobornos para callar su boca, sino que tampoco se reprimió al acusar a los Médici de corruptos y del propio papa Inocencio VIII llegó a decir lindeces como que era "el más vergonzoso de toda la historia, con el mayor número de pecados, y reencarnación del mismísimo Diablo". Además organizó las conocidas como “hogueras de las vanidades”, en las que los florentinos estaban invitados a arrojar todo tipo de objetos de lujo, cosméticos y hasta libros considerados “inmorales”.
En la Francia revolucionaria de finales del siglo XVIII, la oratoria volvió a ser un arma de combate contra el poder establecido. Maximilien de Robespierre (1758-1794), abogado de profesión, fue sin duda uno de los máximos oradores de ese tiempo. Conservamos algunos de sus discursos, escritos de su puño y letra, en los que demuestra un perfeccionismo extremo a la hora de construir sus argumentos. Aunque no contaba con una voz potente ni con una presencia física agraciada, logró convencer a las multitudes con la tremenda fuerza de sus razonamientos.
Robespierre: "El que pide con timidez se expone a que le nieguen lo que pide sin convicción" |
De la mano de la conquista de las libertades, la oratoria fue adquiriendo en la época contemporánea un uso cada vez más frecuente. Y será en la primera mitad del siglo XX cuando viva su época dorada, coincidiendo con la profunda crisis de valores que se extendió por el mundo. Es la época de los grandes discursos dirigidos a las muchedumbres utilizando los nuevos medios de comunicación. Aprovechando la desesperación de la ciudadanía varios tiranos acceden al poder empleando discursos agresivos y demagógicos, y llenos de grandes promesas que buscaban ganarse el apoyo de las masas.
Hitler y Mussolini alcanzaron el poder ayudados de una oratoria demagógica |
Aunque no todos fueron así. Porque, por esta misma época, en La India, Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948), que cultivaba una filosofía cercana al Jainismo, y a la espiritualidad tradicional hindú, logró convencer a millones de personas con su discurso sobre el respeto mutuo y la no violencia. Muchas de sus palabras dan fe de ello:
"La violencia es el miedo a los ideales de los demás."
"No hay camino para la paz, la paz es el camino."
"Un error no se convierte en verdad por el hecho de que todo el mundo crea en él."
"En cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle."
Quizá el último gran orador del siglo XX fue Martin Luther King (1929-1968), activista norteamericano que luchó por los derechos civiles de la comunidad afroamericana, y que a los elementos de la oratoria clásica añadió el lenguaje y la expresividad propios de los pastores protestantes.
"Yo tengo un sueño" |
Sin embargo, en los últimos tiempos, y después de esta era dorada, la oratoria como instrumento comunicativo ha ido paulatinamente cayendo en picado, y, con ello, la credibilidad de la clase política. Veamos algunas de las razones que explicarían este fenómeno:
Los lemas publicitarios han sustituido a los argumentos sólidos y la claridad de los objetivos.
Los discursos se han vuelto vacíos y repetitivos, y con ideas trasnochadas en las que nadie cree ya.
Los razonamientos lógicos han dado paso al espectáculo circense y al insulto fácil.
Y, en general, se observa un empobrecimiento del lenguaje y una infantilización de la expresión hablada.
Bueno, pero a pesar de esta decadencia, no hay que perder la esperanza en que lleguen tiempos mejores, porque la oratoria como arte sigue estando ahí, las palabras mágicas no han perdido su significado, y los motivos para usarlas tampoco faltan. Y como prueba de ello les dejo con estos tres vídeos. El primero corresponde a un discurso de Martin Luther King, el segundo a un discurso del presidente chileno Salvador Allende dirigido a los estudiantes de la Universidad de Guadalajara (Jalisco, México), y el tercero es el sublime discurso que Charles Chaplin pronuncia al final de la película "El Gran Dictador". No pierdan detalle.
Saludos.