sábado, 4 de febrero de 2012

EL CONSULTORIO DEL MAESTRO ZEN (2)




Saludos a todos, hoy continuamos con una nueva edición de nuestro consultorio existencial a cargo del asesor de contenidos espirituales y desarrollo personal de este blog, el gran maestro zen don Shitetoko Yotekuro, del que ya tuvimos una muestra en una edición anterior. Hemos, pues, abierto de nuevo nuestras puertas, y ya nos han llegado raudas las nuevas consultas.

Shitetoko dijo…
Al habla Shitetoko Yotekuro, dispuesto a aportar un rayo de luz a tu vida.


Honorio Gaymover dijo… 
¡Maestro!, jaja, ¿qué tal hombre?, ¡Cuánto tiempo!. Encantado de hablar de nuevo con usted. Quiero, antes que nada, felicitarle por el éxito de su nuevo libro: “El tercer ojo, ese gran desconocido”. Lo acabo de comprar y ya empecé a leerlo. Y es bien bonito, oiga. Lo tengo en una estantería, y no vea usted lo que bien luce en ella de lo bonito que es, jeje.

Pues, maestro, le cuento que, tristemente, el Anastasio, a sus 85 añitos, se nos ha quedado huérfano. Hace dos semanas que falleció su santa madre. No sé qué edad tendría, porque ella siempre confesaba 45, pero para mí que ya debía tener los 100 bien despachados. ¡La pobre!. Anastasio pasó unos días muy desconsolados. Pero como él de por sí es de buen ánimo, pronto se repuso del luto. Y lo primero que hizo fue tomar posesión de la herencia. Así que, dejando atrás las lágrimas, tomó un cuchillo, rajó el colchón de su madre, y, como le digo, tomó posesión de la herencia. ¡Y no vea usted la de billetes que guardaba la vieja!. Una fortuna tenía metida allí dentro la muy tacaña. Y el bueno de Anastasio, encontrando por fin explicación a tantos años de austeridad vividos en su casa, se puso a pensar cómo sacarle partido a tanto dinero. Y nos contó que, ya que su madre nunca le había dado permiso para irse de parranda, ¡a partir de ahora iba a disfrutar de la vida como Dios manda!. Y lo primero que ha hecho ha sido invitarnos a todos los amigos para irnos de viaje con él. ¡Y nos hemos venido a París!, jajaja.


Ay, maestro, París de Francia es precioso. Muy grande, muy bonito, y todo lleno de franceses por todas partes. Y, ¿qué le puedo yo decir de los franceses?. Pues que hablan muy raro, maestro, ¿qué le vamos a hacer?, aunque, eso sí, he notado que entre ellos se entienden bien. Pero son buena gente, y muy cuidadosos con todo, que tienen todo París que es un primor. Incluso tienen metida una catedral dentro de un río. No sé cómo lo han hecho, pero es una maravilla. Entiendo que le hayan puesto de nombre “No te damos”, porque, teniendo una cosa así, cuesta compartirla, oiga.


Esta semana nos llevaron a ver la tumba de un tal Napoleón. Y no vea lo que lloramos, maestro. Cuántas lágrimas derramamos de la emoción. Y todo fue porque al Zoilo, al oir el nombre de Napoleón, sólo se le ocurrió decir: “¡Anda, como mi perro!”. Y empezamos a acordarnos todos de Napoleón, de lo bueno y lo cariñoso que era, y del respeto que le tenían todas las ovejas…, y no pudimos contener el llanto. Y es que Napoleón era muy grande, maestro.


Bueno, y ya le digo que los franceses son muy buena gente, pero también son muy raros. Y no sé por qué, pero en esa rareza intrínseca que tienen ellos en su ser les da por ponerle nombres muy raros a todo.  Ayer mismo nos llevaron a un sitio que llaman el "Museo de las Ubres". No le voy a decir que no hubiera hermosuras dignas de ver allí,… pero vacas no había ninguna, maestro. Ya le digo que son muy raros ellos.




También nos llevaron a ver una cosa que llaman la "Torre Infiel". ¡Impresionante!. Nos quedamos todos asombrados al ver aquello, maestro. Todo tan alto, todo tan fino, todo tan bien hecho. Un portento. Y digo yo, maestro, que, conociendo a los franceses, y lo bien que lo hacen todo, si éste es el andamio, ¡cómo no será cuando hagan la torre!.


Pero, bueno, ya van pasando los días y, si le digo la verdad, ya nos estamos cansando de París de Francia, maestro. Anoche mismo, mientras dormíamos en el hotel, Anastasio de despertó angustiado porque, según él, echaba mucho de menos a su burro Margarito. Y yo, para calmarlo, me puse a recitarle unos mantras que, como usted nos ha dicho, apaciguan el ánimo y serenan el espíritu. Pero como el pobre Anastasio está un poco sordo, tuve que subir la voz. Y, como él no paraba de llorar, más alto le gritaba yo. Y así hasta que nos tocaron en la puerta y nos dijeron que nos teníamos que marchar del hotel. Pues ya ve, maestro, que nos pusieron en la calle por las buenas, y sin razón de ser. Y no contentos con esto, también echaron al Zoilo y al burro Margarito, que estaban en la habitación de al lado. De modo que nos hemos tenido que venir aquí, a un sitio que llaman el "Campo de Eliseo", a pasar la noche al raso.



Y esta mañana, maestro, mientras Anastasio esperaba a que se le calentaran los huesos para irnos a la estación, nos dijo que, viendo que París lo teníamos ya muy visto, tenía ahora ganas de ver Venecia. Y para allá vamos, maestro, ¡para Venecia!, jajaja,… y antes de que ese tal Eliseo también se enfade, y nos eche de su campo. ¿Qué?, ¿qué le parece nuestra aventura, maestro?


Shitetoko dijo…
Honorio, vuélvete al pueblo. Y descansa ya de tanto viaje, hombre, que Venecia está muy lejos. Ten en cuenta también que allí va a haber mucha humedad para el pobre Anastasio. Además, mucho me temo que, como vayas a Venecia, te dé por ponerte a recitar mantras, y empiece a llover…., Venecia se nos hunde, Honorio.


Renata dijo…
Oh, gran maestro, no sabe cuánto le agradezco su ayuda. Gracias a su estrecha colaboración he podido por fin superar mi obsesión por los hombres japoneses. ¡Qué alivio, por Dios!. No sabe lo satisfecha que me ha dejado. Pero… Pero, de unos días para acá, he de confesarle que me posee  una nueva obsesión, maestro. Y es que me ha sobrevenido, de repente, la necesidad de intimar con un hombre malgache. ¡Ay, los malgaches!, cuánto desearía desahogar mis más frenéticos deseos lujuriosos en brazos de un apuesto malgache, maestro.  Y, como mujer cristiana y caucasoide, me atormenta la idea de si estaré dando demasiada rienda a mis pensamientos impuros dando cabida en ellos a un malgache. ¿Qué debo hacer, mi gran maestro?


Shitetoko dijo…
Renata, mira que eres caprichosa, mujer. ¿Me quieres explicar a mí cómo demonios es el acento malgache?. Pues sí que me lo pones difícil, chica. Vamos a ver…, no te preocupes, Renata, que yo haré lo posible y lo imposible para que puedas apaciguar pronto esa puta repentina obsesión. Y en vista de la urgencia del caso, ¿no te valdría igual un malgache descolorido con un gracioso acento japonés?.



Marilyn dijo…
Maestro, aunque le hablo desde la Eterna Luz, le confieso que llevo unos días preocupada. No dejo de oír lamentos de angustia y desesperación desde la Tierra, veo sombras, y me siento impotente ante tanto dolor. Quisiera llevarles a todos alegría y esperanza, y poderme encarnar más que sea en una sonrisa. ¿Me podría aconsejar?


Shitetoko dijo…
Sí, querida Marilyn, las sombras están ahí. Pero las diosas como usted pueden encarnarse donde quieran y cuando quieran. Y hará bien en encarnarse en todas las sonrisas que desee, porque ni hay mal que derrote a la esperanza, ni sombra que pueda más que la luz de una sonrisa.




Y les dejo con tres fragmentos de vídeo. Los dos primeros contienen una interesante entrevista a un monje budista perteneciente al programa "Redes", de la televisión pública española. Y el tercero es un vídeo clip de la canción "The inner light" ("La luz interior"), de The Beatles, compuesta por George Harrison en 1968, y basada, a su vez, en un pasaje del Libro del Tao.









Saludos.
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