miércoles, 5 de marzo de 2014

EL CONSULTORIO DEL MAESTRO ZEN (4)




Hola, amigos, saludos a todos. Traemos hoy una nueva edición de nuestro ansiado consultorio existencial, a cargo de nuestro estimado colaborador el gran maestro Zen don Shitetoko Yotekuro. Y he aquí las más recientes consultas que nos han llegado.





Shitetoko dijo…
Al habla Shitetoko Yotekuro, dispuesto siempre a escucharte y enviarte un rayo de luz a tu vida.


Honorio Gaymover dijo…
Maestro,… ay, maestro..., jajaja. A ver,… ¿cómo se lo digo?... Pues, eso… ¡que he visto el Nirvana!, jajaja. Sí, como lo oye, el Nirvana… jajaja. Ay, maestro, qué cosa más bonita es el Nirvana, qué cosa más buena, jajaja. Bueno, bueno…, pero mejor se lo cuento todo desde el principio, ¿verdad?. Aaaah… Pues, como ya le dije la última vez, el amigo Anastasio de un día para otro quedó huérfano y rico, pues su santa madre le dejó en herencia una gran fortuna. Y, como él es hombre lúcido y sensato, decidió que, aparte de los caprichos, debía darle un buen uso a tanto dinero. Y de este modo se habló con los arquitectos para construir un nuevo ala en su casa, e instalar allí un salón con todas las comodidades modernas. Así tendríamos un espacio más limpio y cómodo para hacer nuestras sesiones de meditación, y salirnos de la incomodidad y estrechez del viejo establo del Margarito. Pues, dicho y hecho.


Y en apenas tres meses pudimos estrenar el nuevo salón. Tendría, usted que verlo, maestro, una maravilla, todo un lujo de salón: amplio, luminoso…, y sin faltarle un detalle (… lo que hace el dinero, maestro). Y cómodo, pero lo que se dice cómodo, oiga. Comprenderá que estábamos que no cabíamos de contentos. Pero más contento aún estaba el Margarito en su nuevo y lujoso echadero, feliz de tenernos de nuevo a todos juntitos con él. Desde entonces, nuestras reuniones allí fueron todo paz y armonía, maestro. 




Pues en esto estábamos cuando recibí una llamada de mi hermana Brígida, que vive en la ciudad, avisándome de que nos mandaría en pocos días a su hijo Kevin, para que se pasara una temporada en el pueblo. Parece ser que mi sobrino estaba juntándose con malas compañías y se le estaba yendo por el mal camino, así que ella decidió que cambiara de aires y alejarlo del peligro. «No te preocupes si te puede parecer al principio un poquillo maleducado, vicioso, fanfarrón, estafador, sinvergüenza y embustero», me dijo, «pero, aparte de eso, en el fondo es buen chico. Sólo que está en una mala edad». Y yo, que no lo veía desde hacía tiempo, aguardé ansioso su llegada. 

Y así ocurrió, maestro. Días después apareció Kevin por la puerta. Había cambiado mucho, y me costó reconocerlo, la verdad. Ciertamente me pareció que tenía pinta de malcriado, juerguista, degenerado, tramposo, pícaro y enredador,… y muy mala color. Pero nada que el trabajo duro del campo y el fresco aroma de las flores y el estiércol no pudieran remediar. Y tendría que verlo usted sólo una semana después, maestro, cuando le empezó a mudar la color, y empezaron a surtir efecto en su espíritu el sudor insoportable, los continuos dolores de espalda, y el tormento de los callos. Como mano de santo, maestro. Ya parecía uno más del pueblo, jajaja.


Bueno, pues, conociendo esto, Anastasio y Zoilo me dijeron que por qué no invitábamos a Kevin a sumarse a nuestras sesiones de meditación, y así completar su crecimiento interior con un poco de sustento espiritual. Y, mire, la idea le gustó, y a la tarde siguiente nos reunimos todos en el salón nuevo con ese buen propósito. Pero, a pesar del entusiasmo inicial, al chico se le veía aburrido y distraído, maestro. Y al terminar, con cara de desilusión, Kevin le dijo al Anastasio que ese incienso que usábamos era muy flojo, de muy mala calidad, y que si él quería le podría proporcionar otro más contundente. Aunque un poco extrañado, Anastasio asentió, y le dijo a Kevin que esperara mientras él iba a sacar algo de dinero para que fuera a comprarlo.

— No se preocupe, don Anastasio, que ya lo cogí yo de la caja fuerte.— Le respondió mi sobrino.

— Vaya, pero qué chico tan solícito y diligente eres, Kevinillo, hasta te me adelantas en los recados. Tienes cara de díscolo, facineroso, timador y malandrín, pero eres un tesoro, muchacho.— Exclamó Anastasio maravillado.


Con razón dice mi hermana que el muchacho tiene tan buen fondo. Ya ve usted, maestro. Aunque no supimos más de él hasta el día siguiente, cuando apareció con una moto nueva, que no sé de dónde la sacó, y con una bolsita repleta de ese incienso más intenso que quería que probáramos.



Le tengo que decir que eso marcó un antes y un después en nuestras vidas, maestro. Ahora vemos todo con otra luz. Y desde ese mismo día, y tarde tras tarde, nos reunimos religiosamente para nuestras meditaciones trascendentales. Y, aunque le cueste creerlo, lo cierto es que nos pillamos unos Nirvanas… que son la gloria, maestro, jajaja. Y unas risas, una fiesta…, y una felicidad que no podemos ni con ella, jajaja. Y unas lucecitas..., por aquí..., por allí..., jajaja. Y si viera usted cómo Kevin se sube al lomo de Margarito y se ponen a trotar cabeza abajo por el techo, mientras todos gritamos: «¡Arre, arre!», jajaja. La felicidad total, jajaja. Aaay, maestro, y más alegre estoy aún de poder contárselo. 

Shitetoko dijo…
Pero, ¡por todos los bodhisattvas, Honorio!. ¿El Nirvana?,… ¿el Nirvana?. Tú lo que te has pillado es un colocón de padre y señor mío, Honorio. ¡A dónde vamos a parar!. A ver, a ver…, a esto hay que ponerle remedio ya mismo. Así que ya le vas diciendo al Kevin que me envíe una muestra de ese extraño incienso, que tengo que analizarla… yo, personalmente. Pero que sea una muestra abundante y de calidad, ¿eh?. Y ten un poco de paciencia, que estas cosas raras va a llevar su tiempo analizarlas y estudiarlas bien. Ya te daré el aviso por si necesito más. Ay…, pero qué difícil me lo pones, Honorio.


Renata dijo…
Oh, gran maestro, le cuento que en estos días he estado algo inquieta pensando en una idea que me da vueltas y vueltas por la cabeza. Resulta que me he dado cuenta que se me podría pasar mi mocedad avanzada sin haber conocido la cercanía y el cariño de un lacedemonio. ¡Ay, maestro, los lacedemonios!. No puedo dejar de pensar en ellos. Sé que son un poco secos, de mal carácter y de pocas palabras, pero no me cabe duda que me harían muy feliz, y que donde esté un buen lacedemonio que se me quiten delante los corifeos y los capadocios, maestro. Y es tal mi deseo que me parece ver lacedemonios saliendo por las tapas de las alcantarillas cuando paseo por la calle, siento cómo me lanzan besos desde las bocas de los buzones y las rejillas de ventilación, o cómo me guiñan el ojo y me alargan la mano desde el desagüe del fregadero. Y, como mujer decente que soy, no sé si esto es verdadera necesidad o antojo.



Shitetoko dijo…
Renata, comprendo tu inquietud. Y descuida, querida, que hay cosas peores en la vida. Pero, si no fuera porque me visto todos los capítulos de “El Coyote y el Correcaminos”, te diría que sí, que lo tuyo es un antojo, Renata. En fin, pero habrá que ponerle remedio, que esto hay que cortarlo por lo sano. Bueno, ahora tendré que buscarme una capa de espartano. Pero, eso sí, si te parece, entraré por la puerta, Renata, que ya no tengo los huesos como para andar trepando por el sifón del fregadero.

Marlon dijo…
Maestro, hace poco me encontré, paseando por las nubes de la Luz Eterna, a un precioso gatito que empezó a seguirme, y con sólo mirarlo a la cara ya me encariñé con él. Y desde entonces paso mis días con su compañía, y siento que mi afecto por él va en aumento. Y me pregunto que de dónde vendría esta encantadora criatura, maestro, que si ciertamente se le puede tener tan dentro del corazón, y que si llegó hasta aquí es porque tiene alma.



Shitetoko dijo…
Querido Marlon, ya usted lo ha dicho todo. Y no dude que todas las criaturas tienen su alma, y a su manera también aman. Y hasta en esto pueden llegar a superarnos, ya que su amor suele ser desinteresado. Y de ellos podemos aprender muchísimo. Démosles, pues, un lugar en nuestro corazón a todos estos compañeros de viaje en nuestra nave de los sueños.




-oooOooo-

Y les dejo con un fragmento de la película "El Pequeño Buda" (Little Buddha), dirigida por Bernardo Bertolucci (1993), en el que se cuenta cómo Sidharta (Keany Reeves) alcanzó la Iluminación

"Sidharta ganó la batalla contra un ejército de demonios con tan sólo la fuerza de su amor, y con toda la compasión que había encontrado. Y alcanzó la gran tranquilidad que precede al desprendimiento de las emociones. Había llegado más allá de sí mismo, estaba por encima de la alegría y el dolor, alejado de las ideas preconcebidas"

Saludos.
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